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Los guardianes (Historia Original)

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Mensaje por Lis_evernight Jue Mar 10, 2011 11:24 am

Título: Los Guardianes (Historia Original)
Autor: Lis (Marca registrada XD)
Genero: Terror, romance, erotico
Edad: A partir de los 16
Capitulos: No lo se seguro XD
Resumen: Dos amigas se veran envueltas en una lucha territorial entre bandas vampiricas. (No digo nada más para no spoilearme yo misma)

---- Los Guardianes ----
La noche estaba empezando cuando Lidia y Sarah entraron en el local de moda. Era la fiesta de inauguración del restaurante y las plazas se habían agotado hacia meses. Ambas chicas habían reservado con antelación, entusiasmadas por la fiesta del local del cual eran miembros VIP. Los porteros las saludaron, como cada viernes y sábado, y las dejaron entrar al bullicioso hall donde estaban servidos canapés en largas mesas de manteles blancos y centros de flores rojas con hojas teñidas en negro. Varios camareros repartían bebidas de colores llamativos, entre las cuales había la favorita de Sarah, el Bloody Mary picante. A Lidia le gustaba probar las novedades y las especialidades del ahora Club-Restaurante.
La gente hablaba animadamente. Caras nuevas y caras ya conocidas, saludos discretos y algunos de más efusivos. Las dos chicas estaban en su ambiente y se sentían a gusto.
-Pensaba que traerías a Carla. –comentó Sarah a su amiga, intentando hacerse oír por encima del batiburrillo de sonidos del local.
-No! –dijo como si fuera algo lógico. –Desde que sale con ese chico...
-John. –la ayudó.
-Si, ese. Pues desde que sale con ese que ya ni me llama.
-Que lástima. Quería conocerla. –dijo Sarah para luego darle un trago largo a su bebida. Se acercó a una mesa para picotear algún canapé cuando se chocó con un joven moreno, una de las caras nuevas.
-Perdona. –le dijo Sarah cruzándose con los grises ojos del chico. Un escalofrío le recorrió la nuca y se encogió de hombros deseando no haber chocado con él.
-Lo siento, es culpa mía. Andaba despistado. –dijo y su voz sonó clara y firme, perfectamente audible aunque la sala estaba de lo más animada. Otro chico apareció por detrás del de los ojos grises. Era más alto que el primero, de cabellos rojizos y ojos verde intenso.
-¿Algún problema... Alex?
Sarah escuchó la frase y pensó porque había dudado al llamarle por el nombre. Ambos chicos parecían algo fuera de lugar, sobretodo el pelirrojo, que tenía cierto aire de matón.
-No, nada. –respondió Alex, sin inmutarse. Volvió la vista a Sarah. –Mis disculpas.
-Disculpas aceptadas. –contestó ella y retomó el camino de vuelta sin haber tomado los canapés que había ido a buscar.

-¿Quien era esa?
-Otra chica más de la fiesta. Relájate, Leo.
El chico pelirrojo se relajó a la orden de su superior. No le gustaba nada ese poder que ejercía en él, pero como su Guardián acataba las normas de Alex sin rechistar.
Alex paseó entre la multitud, pasando entre las mesas, escuchando las conversaciones, pero su atención fue reclamada por la joven de cabello azabache y su amiga de cabellos cortos y rubios. La chica morena parecía aun incomoda por el choque y su amiga estaba más interesada en coquetear que en preocuparse por el estado de animo de ella.
-Sarah, ¿Me prestas atención? –reclamó la joven de cabellos cortos. Su tez dorada y su cuerpo voluptuoso indicaban su origen sureño. Su vestido largo realzaba su figura y acentuaba el tono dorado de su piel.
Sarah, la de cabellos oscuros y tez más pálida, llevaba un vestido de tirantes finos, estrecho de cintura y falda ancha que moldeaba su figura más bien atlética. La miró distraídamente para luego asentir.
-¿Qué te pasa?-preguntó la de cabellos cortos.
-Nada, bueno... no es nada. –dijo convenciéndose. –Antes me he chocado con un chico y ya sabes como soy. –se encogió de hombros. –Enseguida me siento incomoda y más si el chico es guapo.
-Podrías haber aprovechado la ocasión para hablarle. –apuntó la otra.
-Vino su amigo... daba miedo. Daba más miedo que los musculosos porteros de la entrada.
-Vamos, estos son los más gatitos. Quizás tienen mucho músculo pero son todo ternura.-respondió la otra muchacha equivocadamente. Leo no era para nada tierno. Eso no se lo podía permitir un buen guardián.
Sarah no respondió. Se quedó mirando su espesa bebida rojiza, se frotó suavemente la nuca y se giró al notar la mirada de alguien. Leo la miraba desde la otra punta de la sala al ver que Alex se había acercado también a observarlas. Sarah se cubrió los hombros con el chal oscuro que tenía en el regazo.
-Así no vas a ligar. –su amiga le intentó quitar el chal pero Sarah consiguió mantenerlo en su sitio.
-Me ha dado un escalofrío, nada más.-contestó ella y su amiga desistió. A cambió rebuscó en su bolso y sacó un broche de pelo con pedrería que le colocó a Sarah, recogiéndole los cabellos y dejando a la vista un blanco y delicioso cuello. Alex había vuelto al lado de Leo que ahora observaba con ojos avaros esa piel tierna.
-Fuera!-le ordenó Alex y Leo resopló.
Los dos salieron al exterior y Alex se mostró claramente contrariado con la actitud de su guardián.
-¿Estamos entre humanos y te dejas impresionar por un cuello bonito? ¿Te tengo que devolver a la academia? –se cruza de brazos.
-Las raciones siempre son escasas. –argumentó él.
-Son más que suficiente. –le dio la espalda. –Vuelve a hacerme pasar vergüenza y será lo último que hagas. –bajó el tono de voz y Leo tragó saliva. Cuando Alex entró él lo siguió obedientemente, tomó una bebida y se pasó el resto de la velada centrado en ella.

Habían pasado un par de horas desde que habían llegado y el jefe del local, acompañado del chef, les anunció que ya podían pasar a la zona de restaurante. Era una gran sala de techo abovedado y suelo en mármol negro, reluciente como el cristal. En las paredes, pequeñas lámparas iluminaban los reservados y del centro de la sala una gran araña de cristal colgaba iluminando tenuemente las mesas centrales. Las mesas, con mantelería blanca de lino, estaban adornadas con pequeños centros de flores con los mismos colores que las de la entrada. Las sillas eran de piel negra, de respaldo alto y estrecho y reposabrazos del mismo material. En un lateral, un pequeño escenario con un grupo de músicos esperaban las ordenes del jefe para empezar a tocar. El jefe dio la señal y los músicos empezaron a tocar la conocida canción “Fly me to the moon”.
Una hilera de camareros, dirigidos por un maitre elegantemente vestido, empezó a colocar los clientes en sus respectivas mesas y a entregarles el menú degustación que probarían esa noche. Sarah y Lidia fueron acompañadas a su respectiva mesa, una de las que quedaba en medio de la sala aunque no muy alejada del escenario y la mesa “presidencial”. Alex y Leo entraron con el jefe, un hombre alto, de unos 40 y tantos años, cabello corto y canoso, aunque lo llevaba con gracia. Saludó a los comensales de cada mesa, algunos por su nombre. Alex miraba al frente, impasible, como si no se sintiera incomodo ante todas las miradas de curiosidad.
-Me choqué con él. –le dijo Sarah a Lidia y ella centró la mirada en él.
-Madre de Dios hermoso! Esta para comérselo entero y repetir. –exclamó Lidia y Sarah le dio un codazo.
-Sé un poco más discreta, te va a oír.
-De verás que no me importaría... – Y quiso continuar pero Carl, el jefe del local se acercó a su mesa para saludarlas.
-Me alegro de verlas. –Besó la mano de Sarah. –Señorita Sarah. –besó la de Lidia. –Señorita Lidia. Es un placer tenerlas en el la inauguración. –ambas chicas sonrieron abiertamente.
-¿Quiénes son tus invitados, Carl?-preguntó sin reparos Lidia. Sarah la miró entre asombrada y disgustada por el atrevimiento.
-Oh, claro. Os presento a Alex Candau (el apellido es de origen francés, pero él no es de allí) y Leo Doherty (el apellido es de origen irlandés).
Alex dio un apretón de manos a ambas chicas sin mostrarse atento a ninguna de ellas, en cambio Leo intentó no acercarse, pero no pudo evitar mirar el cuello de Sarah. Se cruzó de brazos, intentando mantener a raya el deseo y el hambre. Intentó pensar en otra cosa que no fuera la joven ahí sentada, pero no podía evitarlo. Se mordió la lengua y miró a Alex pidiéndole que se fueran rápido. Alex se centró en la sensación de necesidad que sentía su guardián y la diluyó. Leo se sintió sosegado y cuando Alex y Carl se encaminaron hacia su mesa él los siguió dócilmente.
-Que guapos los dos, pero me ha gustado el tal Leo. –comentó Lidia y luego frunció el ceño. –Pero te miraba a ti. –se encogió de hombros.
-Tranquila, te lo regalo. Me da yuyu... me molesta como me mira... –respondió Sarah sin saber expresar la sensación de desasosiego que le causaba el chico.


Que os ha parecido? Continuó o me pedis que deje de escribir?


Última edición por Lis_evernight el Jue Mar 10, 2011 11:37 am, editado 4 veces (Razón : la ficha técnica)
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Mensaje por Lis_evernight Vie Mar 11, 2011 6:04 pm

La velada continuaba sin incidentes. Alex intentaba mantener a su guardián cuerdo, pero Leo no ponía nada de su parte. Solo rememoraba en su mente la imagen de esa bonita nuca, de piel blanca, calida y suave. Alex respiró hondo para quitarse esa deliciosa imagen de su mente. Se centró en Carl, el propietario del local y uno de los miembros más influyentes del consejo. Comía despacio, saboreando el filete de carne humana, sazonada con distintas especias y acompañada de rodajas de manzana acida al horno.
-Esta carne proviene de nuestra granja a las afueras de la ciudad. –dijo Carl mientras señalaba el filete con el tenedor.
-Deliciosa y jugosa. –respondió Alex. –No esperaba menos.
Carl sonrió ante el halago de Alex. Era poco frecuente recibir una alabanza por su parte. -Pocos tienen la suerte de tener al rey a su favor.- pensó Carl mientras le daba un sorbo al vino con dulce de sangre.
-Vino de la cosecha del 85. –anunció a sus comensales. –La sangre es de máxima calidad, como podéis apreciar. –miró a Leo que daba un largo trago y pedía al camarero que le llenara otra vez la copa.
-Perdone el comportamiento de mi guardián. –dijo Alex algo avergonzado. –Aun es joven y no sabe estar entre humanos.
-Entiendo. –observó como él bajaba la mirada y luego la volvía hacia la mesa donde estaban Sarah y Lidia. Sonrió lentamente. –Veo que le han gustado dos de nuestras habituales. Lidia, la de cabello corto podría ser una futura donante, es muy extrovertida y le gusta probar cosas nuevas. –explicó Carl atento a las reacciones de Leo. Este, se encogió de hombros indiferente. –En cambio Sarah –continuó –sería una donante excelente. Tiene una salud fuerte, no bebe en exceso y tampoco fuma o se droga. Pero, creo que le gustaría más el papel de mascota, aunque la veo muy apegada a su amiga.
Leo estaba sumamente interesado pero lo sabía perfectamente que no era posible pues, los guardianes nunca tenían mascotas. Solo los vampiros de nacimiento y los nómadas se permitían el capricho de tener a un humano de mascota. Él no tendría esa posibilidad. Otro rey lo había convertido y como casta alta de guardianes, dedicaría su vida –y seguramente, su muerte- a proteger a su rey, Alex. Lo miró disimuladamente para ver como reaccionaba. Estaba impasible, como siempre. Nunca le había visto con ninguna mascota ni con otra vampira de su casta, pero Alex mantenía su vida privada muy discretamente.
Las tranquilas conversaciones fueron interrumpidas súbitamente por la caída de algo metálico al suelo. Los invitados miraron hacía la puerta, donde tres figuras masculinas entraban a paso ligero en dirección a la mesa presidencial.
Carl y Leo se levantaron a la vez, ambos con la clara decisión de enfrentar a los recién llegados si era necesario.
Los tres hombres sortearon las mesas hasta plantarse delante de ellos.
-¿Qué te trae por aquí Maau? –dijo Alex tranquilamente, mientras cortaba un trozo de su filete.
Maau, como su nombre ya indicaba, provenía de la corte egipcia del rey Osiris. Su piel morena, sus cabellos cortos y rizados y unas facciones arcaicas, le daban un semblante fiero y de mente estrecha. Su semblante iba acorde a su carácter.
-Solo quería saludaros, vuestra majestad. –hizo una ridícula reverencia y luego miró a Carl. –Y darle mi enhorabuena por la inauguración del local.
Maau había dejado la corte egipcia hacía muchos siglos. Sus ansias de poder lo habían llevado ante el mismo Osiris, que había decretado su deportación al no verse en buena situación para eliminarlo.
-Disculpen si les he interrumpido. –volvió a hacer una ridícula reverencia.
-Disculpas aceptadas. –Alex tensó los labios. Ya llevaba un par de siglos con la molesta presencia de Maau en su territorio y no tenía muy claro porque se habían instalado allí. Sin embargo, él era la ley y por mucho que Maau tuviera una base sólida de creyentes, nunca osaría llevar a cabo un golpe de estado.
-Ya quedaremos para jugar al golf un día de estos, Alex.
Leo estuvo apunto de enseñarle los colmillos. Nadie le llamaba a Alex por su nombre a no ser que fuera estrictamente necesario. Era el rey y se merecía esa consideración por sus vasallos. Pero él no se quería clasificar como uno de ellos.
Después de otro teatral saludo, los tres hombres volvieron sobre sus pasos, pasando distraídamente entre las mesas, observando los comensales que también los seguían con las miradas curiosas. Sus ojos se toparon con los de Lidia. Luego miró a Sarah. Sonrió levemente e hizo una seña a sus guardianes para que se apresuraran a salir de la sala.

-¿Viste esos tipos? Estos si que dan mal rollo. –comentó Lidia mientras le daba un bocado a un chipirón relleno de langostino.
-¿Tu crees que Carl tiene trato con esos? Parecían mafiosos. –respondió Sarah. Probó la patata al horno sazonada con azafrán y dejó escapar una exclamación. –Tendremos que felicitar al chef, esta todo riquísimo.
-Si lo esta. –corroboró Lidia. –Que suerte que reservé una mesa.
-No nos podían dejar fuera. Somos VIP. –sonrió Sarah y levantó su colgante, una rosa negra, símbolo que daba nombre al local. Lidia afirmó con la cabeza.
-Tuve que hablar con Carl para que nos metiera en los primeros sitios de la lista, después de las “personalidades”.-hizo las comillas con las manos para luego señalar los reservados donde estaban el alcalde, su esposa y otros políticos. La flor y nata de la ciudad. Luego volvió a mirar la mesa presidencial, cruzándose con la mirada de Leo.
-Ese tal Leo no te quita ojo. –sonrió Lidia socarronamente. –Recógete más el cabello. Parece que le encanta tu cuello. –dijo mientras le desabrochaba el broche y le volvía a hacer el recogido, ahora un poco más alto y dejando que algunos mechones azabaches le colgaran, acariciando el cuello.
Leo se atragantó con el vino y Carl le dio unos golpecitos en la espalda mientras Alex levantaba una ceja y se removía incomodo en la silla.
-¿Cuanto tiempo hace que salió de la academia? –preguntó como si Leo no estuviera.
-Mes y medio. Mi anterior guardián murió en servicio.
-¿Llevabais mucho tiempo juntos, no?
-Dos siglos. –contestó y Leo bajó la vista a su plato. Se sentía mal por hacerle pasar vergüenza a su maestro delante de gente influyente del consejo. Temió que lo volviera a enviar a la academia. –Pero estoy satisfecho con los progresos de Leo. Es joven y siempre esta alerta.
Leo estuvo apunto de sonrojarse ante el halago de Alex, pero se mantuvo firme pues acababa de darle su voto de confianza y no quería defraudarle. Se centró en proteger a Alex, rememorando las clases de defensa para distraer su mente de la joven.

La cena terminó con un abundante surtido de pastelitos y postres, acompañados por toda clase de bebidas alcohólicas y sin alcohol, y un regalo conmemorativo, una aguja en plata con forma de rosa para las mujeres y una cartera negra con una rosa grabada para los hombres.
Sarah se iba a colocar su aguja en el chal cuando Carl se acercó a su mesa.
-Estas no son para vosotras. –dijo él. –Vosotras sois clientas habituales y os tengo que mimar. No estaría aquí sin vuestra fidelidad. –dijo besando la mano de ambas chicas. Ellas sonrieron abiertamente con un leve sonrojo en las mejillas. El maitre le dio a Carl un par de cajitas negras. Las abrió y las sostuvo delante de ellas para que contemplaran el regalo. Un nuevo colgante con una rosa, en plata con un rubí en el centro. Ambas chicas exclamaron sorprendidas.
-¡Es precioso!
-Este es el colgante que llevan mis consejeras. Los hombres llevamos este anillo. –Les enseñó un anillo discreto, con una rosa negra gravada en el metal. –Para mi sería un honor que aceptarais formar parte del consejo del local. Necesito gente como vosotras, que esta en el ambiente, que habla con los demás, que se da cuenta de los errores y de los puntos fuertes. Si no cumpliera los deseos de mis clientes este local no habría nacido nunca. –abrió los brazos abarcando toda la sala y luego les sonrío.-¿aceptáis?
-Claro que si, Carl. Lo que haga falta. –dijo Lidia y Sarah también asintió mientras se colgaba su nueva joya. Carl se despidió de ellas y siguió saludando los demás invitados. Después se encaminó al escenario y anunció la fiesta en la discoteca.
-Espero que la comida haya sido de vuestro agrado. –empezó Carl. –Y, como no podría ser de otra manera, os invito a seguir la fiesta en la discoteca. –señaló la puerta de metal que separaba los dos ambientes. –Muchas gracias a todos por venir. –se iba del escenario cuando recordó algo y volvió. –Y hay barra libre. –guiñó un ojo y la sala estalló en aplausos y vítores.
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Mensaje por Lis_evernight Vie Mar 18, 2011 8:35 am

-¿Viste que hora es?- exclamó Sarah al salir del local. El cielo estaba cambiando de color. El negro azulado estaba dejando paso lentamente a un azul con motas rosadas en donde asomaría el sol.
-Temprano para ir a comer chocolate con churros. –contestó Lidia mientras miraba el reloj y Sarah hacía una mueca de asco. –Por lo menos ya esta abierto el metro. El Nitbus nos cae muy lejos.
-Pero es más cómodo. –apuntó Sarah.
Ambas chicas atravesaron la calle aun desierta en dirección a la parada de metro de zona universitaria cuando un coche giró la calle de forma brusca, acercándoseles a mucha velocidad. Saltaron a la acera y se miraron entre ellas. Lidia les gritó que tuvieran más cuidado, que iban a atropellar a alguien cuando el coche frenó a pocos metros de donde ellas estaban. Una furgoneta se acercó al lugar y de ella bajaron dos hombres. Sarah pensó enseguida en los matones del restaurante y agarró el brazo de Lidia para empezar a correr si los extraños se acercaban a ellas.
-¿Son los mismos que los del restaurante?-preguntó Lidia como si hubiera adivino los pensamientos de Sarah.
-Creo que si... vámonos! –la estiró y ambas empezaron a correr hacia el metro, cuando fueron interceptadas por los dos hombres.
-Señorita, ¿Nos haría el favor de acompañarnos? –dijo uno mirando a Lidia.
-Ni lo sueñes.
Sarah se colocó delante de su amiga, protegiéndola de los dos extraños. Pensó detenidamente en donde estaba la furgoneta de la cual habían bajado y donde estaban ellas. Miró de reojo que había algo más de 200 metros lo que corriendo seria entre 30 segundos y 1 minuto, pero esos hombres habían aparecido ante ellas, era imposible que las hubieran avanzado sin verlos.
-No hablamos contigo. –contestó uno de ellos mientras la agarraba del brazo. Lidia se aferró al otro brazo mientras intentaba en vano que la soltaran. Los dos hombres se miraron y apartaron a ambas chicas, empujando a Lidia al suelo y agarrando a Sarah que soltaba improperios y patadas a ciegas.
-Deshazte de ella.
Esas palabras se clavaron como espinas, pero apenas tuvo tiempo de reaccionar. Lo ultimo que oyó fue el alarido agudo de Lidia y el desagradable chasquido de huesos rotos. Una leve punzada de dolor y la oscuridad se lo engulló todo.

Alex había enviado a Leo a por el coche mientras se despedía de Carl.
-Espero que la velada haya sido de su agrado. –dijo el propietario.
Alex asintió y se giró al oír unos coches a lo lejos. Caminó hacia el lugar pudiendo ver el rapto de Lidia. La otra joven estaba en el suelo, bastante lejos del lugar y Lidia gritaba su nombre y pataleaba. El olor a sangre se hizo más intenso cuando más se acercaba al lugar. Los dos hombres, guardianes de Maau, entraron en la furgoneta después de empujar a Lidia dentro y partieron deprisa del lugar. Alex se acercó a Sarah y levantó una ceja cuando oyó los leves latidos de su corazón.
-Maau, dejar testigos no es propio de ti.-susurró mientras se acuclillaba al lado de la joven y evaluaba los daños. –Aunque no creo que llegue a sobrevivir.
Miró el lugar que había ocupado la furgoneta y en donde había caído Sarah. Más de 15 metros y por las heridas que tenía había chocado contra la farola. No se había roto la espina dorsal, pero el golpe en la cabeza debería haber sido mortal.
-Parece que te aferras a la vida aunque... –se sonrió levemente. –Que ironía pensar que un humano puede hacer algo así.
Le apartó los cabellos pegajosos de sangre de la frente. Parecía dormida, un sueño del que quizás nunca despertaría.

Fin Capítulo 1
Pronto más
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Mensaje por Lis_evernight Jue Jun 09, 2011 9:53 am

Nadie me respondeeeee???? Vale, pues dejo de escribir ¬¬
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